Las Ramblas son ricas en experiencias humanas. Lo alto y lo bajo se entrecruzan, dialogan a veces, se enfrentan otras tantas. Son también las huellas de las diversas culturas que hicieron mella en ellas... Las Ramblas actúan siempre como caja de resonancia de procesos y tensiones que operan a su alrededor, a manera de círculos concéntricos: el barrio, la ciudad, el país, el continente… 
En el año 2018, se inicia un proceso cooperativo titulado «(re)pensar las Ramblas». El proyecto está liderado por Itziar González, urbanista y ex regidora de Ciutat Vella.  
Y yo, vecino de Las Ramblas desde que he llegado, pensé que podría ser una buena iniciativa documentar los debates participativos que lo acompañan. Estos materiales constituyen un acercamiento directo al acontecer cotidiano, un testimonio de primera mano de un proceso de planeamiento –vecinal, abierto– del espacio urbano. 
El debate acerca del espacio público y su usufructo no es nuevo, aunque es en las Ramblas donde tal vez se representa mejor. Son espejo y reflejo de todo ello. La tensión, cada día más exacerbada, entre las necesidades de sus habitantes y la mercantilización de sus calles. 
Pensar las Ramblas nos enfrenta a los interrogantes que aparecen a la hora de meditar la ciudad en general: ¿A quiénes pertenecen? 
¿A quiénes están dirigidas? ¿Quiénes las habitan? ¿Cuál es el límite de visitantes que puede soportar un lugar determinado? ¿Cómo debe organizarse el espacio público? ¿Cuál es el lugar de la participación ciudadana en las decisiones urbanísticas? ¿Cómo evitar la gentrificación o desplazamiento de la población local propia de las grandes reformas sufragadas con dinero público? 
Paralelamente, y como no podía ser de otra manera, echo mano de la cámara para fotografiar. 

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