En el año 1999 fui invitado a participar de un workshop internacional que tenía lugar en Terezin, una pequeña localidad a sesenta kilómetros de Praga, tristemente célebre por haber albergado entre sus muros, el Gueto de Theresienstadt durante la Segunda Guerra Mundial. 
El encuentro, de unos diez días, convocaba a arquitectos, artistas, cineastas e historiadores de distintos lugares del mundo. No había pasado ni medio siglo desde el final de la contienda, el turismo masivo todavía no era una realidad y el lugar conservaba, aún en esos años, vestigios del dolor. Trece años después, en mi segunda visita, todo había cambiado. 
Theresienstadt era, en 1999, el centro de una tesis doctoral que nunca concluiría, pero que, de alguna manera, fue preludio y ensayo general para lo que luego sería mi largometraje sobre Walter Benjamin. 
Durante mis dos estancias allí (1999 y 2012), filmé más que fotografíe. Mi intención era volver a viajar para construir una narrativa arqueológica, visual, capa sobre capa, los materiales del ayer sobre los del hoy, un discurso entre íntimo y público, personal y colectivo. 
Al final –o mejor dicho, todavía– quedó en la esfera de lo posible, sin concluir. 
Estas son algunas de las fotografías, pocas, que capté en mi segunda visita.

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